Roma. “Bella no, bellísima”.

Desde hace 13 años que naciera mi primer sobrino “romano”, la cultura italiana adquirió un rol importante en mi vida. Aspectos como el idioma, la gastronomía, el fuerte sentido de la familia, su carácter sociable y generoso, y el imbatible sentido del humor entre otros, estaban presentes en cada uno de mis encuentros con los Piacentini-Ferrer.

Destino frecuente por motivos personales, ésta era la primera vez que por cuestiones profesionales la capital me reclamaba. Aproveché el puente de mayo para hacer coincidir la prospección de “escuelas de italiano para extranjeros” con un evento familiar.

Tras abrir mercado en Inglaterra, Irlanda, Malta y Alemania…tocaba Italia!

DILIT Roma me enamoró. Sus directores y equipo de trabajo, su fuerte orientación al cliente, sus programas, las instalaciones…y cómo no, su emplazamiento único. Roma, la mejor “aula” para aprender italiano.

Como en cada uno de mis viajes de prospección, decidí explorar la ciudad asumiendo el rol de “alumna”, perdiéndome entre sus rincones y descubriendo la amabilidad de sus gentes como si se tratara de mi primera vez en la capital italiana. Obvié los sitios turísticos para adentrarme en sus barrios de mayor esencia local, disfrutar de sus mercadillos, sus casonas y esos áticos invadidos de una vegetación cuidada al extremo. 

Una perspectiva nueva y tomando nota de cada detalle: cómo cuidan la presentación en la comida y cómo cocinan!, la carga histórica en cada recoveco, sus inacabables parques, el escaso o nulo cometido de los semáforos y pasos de cebra, la alegría de sus gentes, sus anglicismos y ese don común que tienen para hacerte sentir como en casa.

Mercado de frutas y verduras de “EATITALY”. Antigua estación de trenes

Solo eché en falta una cosa: no hablar su idioma.

Con mi familia española-italiana hablo en castellano y había dado por garantizado que la similitud entre ambos idiomas me permitiría comunicarme sin problemas fuera del ámbito familiar. Craso error. Se pierde no solo parte del significado del mensaje sino también el sentido de muchas expresiones y giros y sobre todo…la esencia de la cultura.

Agradecí enormemente que el uso del inglés estuviese tan extendido entre los habitantes pues me facilitó desenvolverme con soltura, pero pensé que algún día, no sé cuándo, debería de darle una oportunidad a la lengua italiana.

El italiano, idioma del arte y la cultura, hablado no solo en Italia sino en numerosas comunidades italófonas en el mundo y un valor añadido en el ámbito empresarial. Y además, una de las lenguas más bellas ¿No creéis que sean motivos de peso para lanzarse a su aprendizaje?

Yo ya he encontrado ‘mi aula’.

Pepa Ferrer IDIOMAS